Veterinarios que aman su profesión 🙂
Nuestra familia:
Bagheera
Encontraron a Bagheera perdida en unos campos de cultivo. La familia que la recogió tuvo que buscar un adoptante porque su hijo pequeño empezó a tenerle alergia. Cuando recibimos las fotos para buscarle un hogar, tuvimos un flechazo. A día de hoy nos sigue enamorando con su cara de buena. Le encanta jugar, aunque debido a su displasia de cadera es un poco desconfiada. Gracias a la cirugía, cuando pasea por el campo se olvida de sus dolencias y corre como loca, disfrutando como todo perro de los muchos estímulos que les ofrece la naturaleza.
Darwin
Es un ruidoso y alborotador Agapornis roseicollis. Aterrizó por casualidad en la terraza de una amiga veterinaria. Tras un tiempo buscando a sus dueños sin éxito, nos ofrecimos a cuidarlo. Su enérgico piar al amanecer ha derrotado a la alarma despertador. Le encanta revolotear por la casa y colarse por sitios imposibles buscando pipas. Ganarnos su confianza nos ha costado unos cuantos picotazos, pero poco a poco va buscando nuestro contacto.
Bran
Es el representante felino de la familia. Fue recogido tras un atropello que le causó una fractura en la cadera y la base de la cola y daños medulares irreparables. Incapaz de caminar, orinar o defecar, su pronóstico era muy malo… pero Bran se aferraba a la vida. Dulce, cariñoso y colaborador como pocos gatos, nos animó a seguir intentando su recuperación. Tras muchos cuidados, volvió a caminar y recuperó su vitalidad. Necesita atención diaria, pero no sufre dolor y puede hacer vida casi normal ¡Sus ganas de vivir son todo un ejemplo para nosotros! Verle correteando por la casa hace que merezca la pena seguir esforzándonos en sus cuidados.
Pocoyó
Aunque Pocoyó nos dejó en 2016, merecía una mención en esta página. Era un hurón adorable que siempre recordaremos con cariño. Fue abandonado en estado crítico con poco más de un año a causa de una obstrucción intestinal. Se recuperó de la cirugía y nos acompañó durante 6 años más. Era un dormilón consumado al que le encantaban los mimos al despertar. Nunca dio un mordisco. Llamarnos la atención para después salir corriendo y esconderse por cualquier rincón era su pasatiempo favorito. Fue donante de sangre para otros hurones que necesitaron su ayuda, hasta que se hizo viejito y empezó a tener sus propios achaques. Nunca lo olvidaremos.